
La tele de madrugada es una caca. Os lo aseguro. No emiten nada bueno. Mis respetos a los que padecéis insomnio. Paso de largo de Cuarto Milenio, que luego me da miedo el pasillo; peor las reposiciones o pelis malas, esas sí que dan miedo, y ya ni hablamos de los anuncios porno o las estafas telefónicas disfrazadas de concurso. No tengo libro nuevo para devorar y Acero se me está haciendo pesado...
Pues es verdad que el jetlag de vuelta es peor. Si ya sabía yo que no tenía que volver. Bueno, sí tenía que volver, porque no puedo llevarme todo lo que me llevaría (el secuestro sigue estando muy mal visto, oiga, y a la Lola no la facturo). Pero me ha dado penita, mucha. Casi tanta como cuando me tocó volver de Madrid.
No os voy a engañar, el jueves por la noche no era el aire acondicionado, ni las lentillas lo que me humedecía los ojos. Pero no sé si me estaba dando más pena tener que irme al día siguiente o el hecho de que mi última cena en la Gran Manzana fuera en un Mc Donald’s, concretamente uno de los de Times Square. Sí, ya lo sé, gritad “sacrilegio” y señaladme con el dedo, encended vuestras antorchas y perseguidme como al mismísimo Frankestein. Era muy tarde, volvíamos de Washington y caímos en lo fácil. Un desliz, ¿podréis perdonarme? En mi defensa os diré que el resto de los días comí muy bien y en muy buenos sitios. Y que mi último almuerzo en NY fue en el Oyster Coffee de la Gran Central Station, en la parte pija con los camareros blancos y anglosajones (y la cuenta a cargo de la empresa). Así que probamos el salmón orgánico (es decir, salvaje, nada de piscifactoría), las gambas gigantes (creo que con semejante tamaño debían ser supersónicas, radioactivas o de otro planeta), la sopa de almejas y la cerveza de Long Island.
Pero no dejéis que me vaya por las ramas. Quería contaros que el jueves por la noche no era el aire acondicionado, ni las lentillas lo que me humedecía los ojos. Era el maldito hilo musical del Mc Donald’s, que sonaba a edulcorante de alta graduación. Si es que parecía que en cualquier momento Michael Cera iba a entrar por la puerta, dejando su Yugo fuera, y a disculparse por ser tan tonto y a pedirme que fuésemos a buscar a los Where’s Fluffy (Si no habéis visto Nick & Norah’s infinite playlist, vedla).
Total, que vivir a base de ver “señales” hasta en la etiqueta del champú no se puede, pero a veces uno no puede ignorar sin más esos mensajillos que le llegan. Porque luego en el metro estaba ese chaval cantando “the time of you life”, que no sé de quién es, pero a mí me suena a Green Day y sobre todo a despedida… en definitiva a un enorme y blanco “The End” antes de los créditos. Y el chaval venga a decir eso de “It’s something unpredictable, but in the end is fine. I hope you had the time of your life”. Y yo: “Yes, I had, I had”. Y él seguía: “So take the photographs and still frames in your mind. Hang it on a shelf In good health and good time”…
Y entonces, fundido a negro y créditos. Pero no os pongáis tristes, aún podría llenar 15 días más en NY viendo cosas. Y Alicia volvió una segunda vez, ¿no?
En definitiva, fundido a negro, the end y créditos. La película se acabó. Pero como ahora están tan de moda las secuelas, las precuelas y los remakes… pues no da tanta pena, ¿no?
The End
Previously on...
NY 1: sorpresas antes de empezar :)
NY1 (segunda parte): Inútiles y conej@s
es molt maco, tant l'entrada en el blog com ny...... el proxim cop sera millor.
ResponderEliminari love you
xxx