Verbena de San Juan cena con la "colla" -o la "panda", que es lo mismo. El día antes había sido el cumple del Nene. Como cada año le vino una crisis viejuna. El Nene no se anda con chiquitas y no se conforma con la crisis de los 30 o los 40 o los que vengan (y eso que aún no tiene ninguna de esas cifras), así que desde hace algún tiempo sufre una crisis en cada cumpleaños. (¿Soy un poco repetitiva, verdad? Que mal que llevamos esto de cumplir en mi casa). Así que el Nene, en un arrebato nihilista, decidió celebrar su cumple bebiendo como nunca. O sea bebiendo, porque nunca ha bebido. (Es que hasta hace poco era de no-sé-qué-secta-pro-vida-sana-purista en la que no se bebe, ni se fuma, ni se endroga, ni se toma cafeína, ni se toma ná' de ná'). Ya lo auguraba ese pañuelo anudado a la cabeza, que esa íba a ser una noche al estilo Amy Winehouse, una verbena por el lado salvaje de la vida.

La Suegra le tiñe las canas al Nene, con tan mala pata que le tiñe media cara. Vale, no tanto, un poquillo las sienes y el cogote. ¿Solución? Un pañuelo en la cabeza al más puro estilo Betty la remachadora, esa obrera del cartel del "We can do it" (ni Obama ni la Cuatro son tan originales) típico de la II Guerra Mundial. O, para los que quieran tomate, al más puro estilo latin-king. Seguimos celebrando San Juan como quinceañeros (¿como no vamos a estar en plan Peter Pan?): barra libre, pica-pica, sandwiches y más barra libre. El Nene tiene un objetivo y se pimpla un botellita de no-sé-qué el sólo. De postre galletas de la suerte chinas (a parte de la coca y las velitas). La euforia crece y con unos petardos más que caducados hacemos volar por los aires unos cuantos tomates, patatas recién sacadas del huerto (no pregunten) y vasos de plástico. Lo que les decía, una veintena de Peter Panes en el lado salvaje de la vida.
Al final, el Nene por los suelos (y otras cosas que no contaré, que dan asquito), el coche se tiene que quedar aparcado, vamos con chófer y yo en el asiento de atrás sin el cinturón puesto. A tope, como unos Bonnie and Clyde de pacotilla, vamos. ¿Lo más salvaje de la noche? La orquesta de la plaza con sus versiones rancias. Los Tremendos, se llamaban. Y sí, eran tremendos, pero no en el buen sentido de la palabra.
"I said, hey honey, take a walk on the wild side. And the coloured girls sayDoo, doo, doo, doo, doo, doo, doo, dooDoo, doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo..."
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