Viernes por la noche. Kekoa nos invita a cenar, es el cumple del Nene. Pero mejor aún, hay que celebrar que ha soltado lastre: Ya no tengo "cuñao". ¿Y después? Pues después visita al pub que abrieron en mi último año de instituto en el pueblo de mi instituto justo antes de mudarme a la gran ciudad y perder de vista a mucha gente durante mucho tiempo. (Todos los pueblos colindantes cursábamos el BUP, el FP, la ESO o lo OTRO en el instituto de la capital de la comarca -no la de los hobbits, otra. Gracias a los catalanes de primera generación poco a poco todos los pueblos van consiguiendo instituto propio). Kekoa quiere jugar en casa, en "campo amigo". Kekoa nunca ha dado el salto a la gran ciudad, sólo de visita. No le gustan los transbordos entre lineas de metro, tren, ferrocarriles, etc. Si viaja coge el avión en el aeropuerto de Girona.
Y pasa lo que tenía que pasar: te encuentras excompañeros de clase, a los que no veías desde -te pones a contar- ¡¡casi 10 años!! Unos mejoran, otros no. Todos se acuerdan. Eso es bueno ¿no? Y te preguntas cómo es posible que casi 10 años después sigan teniendo la misma rutina-del-viernes-por-la-noche. Menos mal que las carpas las han reconvertido en un hotel de lujo, de lo contrario estos chicos seguirían teniendo la misma rutina-de-verano-del-sábado-por-la-noche desde hace más de 15 años. (El primer año de instituto ya nos colábamos).
Y pasa lo que no tenía que pasar: el "dejémoslo en 28". Se acerca el Imbécil patillero y acabamos con lo de "dejémoslo en 28" y un chupito de tequila malo-malísimo.. No lo conozco, pero su cara me suena, como me estan sonando todas las caras esta noche. Tengo que ubicarlas, sumarles 10 años más y hacer mentalmente como esos ordenadores del CSI (del FBI, de la CIA, de la TIA...) que envejecen virtualmente una imagen... "¿Tu eres la hermana de Kekoa?", pregunta. "Sí", le respondo. "¿Seguro?", insiste. "Sí", repito. "No sabía si creérmelo, pensaba que me estaba tomando el pelo...", empieza con acento de borracho, pero le corta el Nene: "¿No ves que son iguales?", bromea y sube el nivel de sarcasmo: "Ella es la pequeña. Kekoa tiene 19 (mentira, pienso, tiene 20) y ella 18". "¡¡¿Que ella es la pequeña?!! ¡¡Estás de coña, ¿no?!! ¡¡¿18?!! ¡¡Serán 28!! Dejémoslo en 28", rebuzna el Imbécil patillero al que no he conseguido ubicar aún. Le fulmino con la mirada y hago como que me parto y me río de lo divertida y ocurrente que es la broma. Me muerdo la lengua, me enveneno como una víbora de colmillos torpes. No voy a malgastar sarcasmo con un borracho y la música alta. La gracia del sarcasmo es que la víctima esté consciente, despierta, en plenas condiciones mentales cuando le das la estocada.
Yo me veo normal, no me veo "de 28". Me veo como siempre. Bueno, vale, antes tengo que tapar las canas (no soy George Clooney). ¿En que se diferencia una de 25 de una de 28? ¿Por qué me puso 28 y no 25? ¿Qué cara, qué pinta tiene una de 28? Mi personaje de progre new-age siempre ha defendido eso de la edad espiritual, lo de saber envejecer (¡¡¿¿envejecer?!! si SÓLO tengo 27!!!! eso no es envejecer, es madurar!!), en lo de lucir la edad sin complejos... qué bonito queda decirlo cuando te refieres a tu madre, a tu suegra... en definitiva,¡¡a otra!! Y luego viene mi madre y me dice: "a ver si empiezas a vestir más acorde con tu edad" (no me visto en el Bershka, pero mis converse, mis vaqueros y mis camisetas no me los quita nadie). ¡¡Si hombre!! Si le hago caso a mi madre ¿qué me dirán, "dejémoslo en 38"??
¡¡Suegraaaaaaaaaaaa.. ¿dónde tienes esos trucos anti edad de la Cosmopolitan??!!
Malditos
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